domingo, 2 de septiembre de 2012

Un breve ensayo sobre políticas públicas en ciencia y técnica




Por Andrés Ruderman
Físico
Universität Ulm
Ulm, Alemania

En la sociedad del conocimiento actual la idea de que el desarrollo de la ciencia y la tecnología son determinantes para la verdadera independencia económica de un país se ha vuelto hegemónica. Siguiendo esta corriente de pensamiento es que el gobierno ha hecho del financiamiento de la ciencia una política de Estado. Es por esto que hoy la discusión atraviesa un momento histórico particular, hoy no debatimos si necesitamos o no desarrollar el sistema científico, sino qué tipo de ciencia y tecnología tenemos que desarrollar.
Cuando buscamos profundizar en el debate actual sobre las condiciones actuales del sistema científico encontramos evidentes falencias, desde una desarticulación entre la “cosa científica” y la “cosa tecnológica”, hasta métodos de evaluación con objetivos desligados del compromiso con la patria.
Creemos que es importante discutir prácticas y usos que no aportan a los intereses nacionales, es por ello que planteamos que estas falencias no son simplemente dadas sino que forman parte de un tegido de reproducción de intereses y beneficios. Por un lado aquellos científicos que logran posicionarse en las estructuras académicas y desde allí se nutren de estudiantes y vastos recursos. Por otro lado, el pueblo en general que con sus impuestos financia a la ciencia sin que esto se traduzca en una mejorara de su calidad de vida, ya sea a través de la producción nacional de bienes tecnológicos o el acceso al conocimiento. Con estas palabras no queremos desmerecer el trabajos de nadie sino llamar la atención sobre prácticas que se creen justas pero que pueden llegar a no serlo. Y sobre todo reivindicar a aquellos que día a día intentan algo diferente a lo establecido por el status quo reconociendo y valorizando su importancia en la lucha de ideas.
El debate que pretendemos dar es discutir las condiciones, que durante gran parte de nuestra historia, han permitido que mantengamos una relación de dependencia tecnológica. A excepción de ciertas áreas como la agroindustria y la biomedicina o el desarrollo de la aeronautica, nuestro país depende del saber extranjero.
La dependencia tecnológica se ve reflejada en dos maneras centrales. La primera si un día las empresas automotrices, por ejemplo, deciden irse, nuestro país sería incapaz de producir automóviles ya que sabemos como armarlos, pero no cómo producir sus componentes. Lo mismo sucede en casi todas las áreas en las que se encuentren involucradas tecnologías de punta: computadoras, celulares, baterías, televisores plasma, camiones y un largo y aburrido etcétera. Por otro lado, la incorporación de procesos tecnológicos a la producción asegura un incremento del valor agredado de nuestros productos y una mayor calificación de la mano de obra llevando por un lado a una mejora de la balanza comercial y por otro a una mejor distribución de los ingresos generados.
Para salir de esta encrucijada necesitamos de inversión en tecnologías para la producción.Y necesariamente estamos hablando de grandes escalas de inversión. Nos referimos a las sumas de dinero requeridas para transformar el escenario productivo argentino, eliminar la pobreza estructural y generar una demanda de mano de obra tal que todos los sectores marginados puedan incorporarse a la producción de manera que las crisis de los tiempos venideros no produzcan hambre y concentración de capitales. Estamos hablando, por ejemplo, de los miles de millones de dolares que se mueven en el mercado argentino de la soja, o el financiero y que cada año se fugan al exterior. En definitiva, hablamos de intervención estatal a gran escala pues es el estado el único actor social con las características y voluntad para resolver el dilema argentino.
La conclusión obvia de todo lo mencionado, es que para salir del subdesarrollo, es imprescindible tener el control tecnológico de lo que se produce en el país. Sin embargo, es importante evitar que esta obviedad nos conduzca a un error: pretender poseer y conocer TODAS LAS TECNOLOGÍAS sin tener en cuenta la realidad del país en que vivimos. Debemos seleccionar cuidadosamente la forma de crecer en ciencia y tecnología que nos permita llegar a nuestra meta: la soberanía. Para eso es necesario conocer a fondo la situación científico/tecnológica argentina. Solo entonces será posible hacer proyecciones detalladas y exitosas.
Desde aquí y de acuerdo a nuestras posibilidades, trazaremos algunos lineamientos básicos, conceptuales, sobre los posibles modelos de desarrollo C-Ts.

Coyuntura actual

Antes de continuar, es necesario aclarar que si bien reconocemos el valor científico y tecnológico de las ciencias sociales, nos resulta imposible incluirlas en nuestro discurso debido a la complejidad y al carácter especial de su aplicación. Limitaremos nuestra propuesta, entonces, al campo de las ciencias duras.
Al hablar de modelos de crecimiento, es inevitable pensar en la planificación, que a nuestro juicio, es la forma más eficaz y eficiente de lograr nuestro objetivo utilizando nuestros propios recursos. Esto implica a su vez, pensar a la ciencia y la tecnología como entidades susceptibles de ser intervenidas y direccionadas.
Dentro de los organismos estatales dedicados a la ciencia, a nivel nacional, se destacan el nuevo Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Agencia Nacional de promoción científica y técnica (ANCyP). Estos son claves en el diseño de políticas que nos permitan llevar a cabo los objetivos planteados y festejamos su creación y fortalecimiento pero hay una falla en sus políticas, que impide lograr los impactos deseados. El aumento de recursos en el sistema científico es un hecho innegable y absolutamente positivo, que se traduce en aumentos de sueldos, infraestructura, aumento del ingreso a carrera científica, becas, equipamientos, subsidios, etcétera. Pero la situación actual del país exige mucho más, si queremos transformarnos en una sociedad con mayor justicia social. Los aumentos presupuestarios de las partidas destinadas a los institutos científicos no fueron acompañados de un cambio de la política. Es necesario pensar proyectos donde la producción de conocimiento se encuentre íntimamente ligada a su aplicación. Es por ellos que estas nuevas políticas deben crear espacios nuevos donde los prejuicios hacia la aplicación tecnológica no tengan cabida. A su vez, necesario para la promoción tecnológica, es un cambio radical de los criterios de evaluación. Encontramos que el actual estado de la producción científica, centrada en la validación de las investigaciones a través de la confección de papers, no responde a las necesidades que presenta la realidad argentina. Vemos así a los sistemas de evaluación actuales como una de los principales motivo del proceso de disgregación del sistema científico teconológico. Por lo tanto, sólo más dinero no es la solución a las deficiencias argentinas en materia de desarrollo.
Ante este panorama, resulta muy tentador caer en la chicana al grito de: “Patria o Paper”; por muy divertido que sea, consideramos que es momento de ensayar otras cosas. Por ejemplo, podríamos preguntarnos cómo es que el conocimiento desarrollado nacionalmente se relaciona con la producción argentina, en qué la mejora, la cambia, la transforma. En definitiva, cabe preguntarse si los caminos elegidos en estos últimos años transforman en alguna medida la relación existente entre el sistema científico, por un lado, y el tecnológico, por otro, hasta llegar a ese sistema C-T amalgamado, claro objetivo nuestro.
Analizando en mayor detalle, la mayoría de los desarrollos se ubican dentro de las llamadas ciencias básicas. Según el actual esquema de interpretación del sistema C-T las ciencias básicas son el pilar del sistema, lo que nutre a todo, el lugar de donde todo emana y al cual todo vuelve, pero la historia, en nuestro caso, se termina ahí, sin resultar en una transferencia tecnológica. Son los institutos de investigación –CONICET, especialmente- los que se dedican a lo básico, pero son otros espacios los destinados a implementar el conocimiento y transformarlo en tecnología. Esta división es una cuestión de organización y no tiene porque ser mala a priori, lo que sí es malo a priori es la falta de flujos de conocimiento. En resumen, por un lado tenemos el sistema científico, prácticamente autónomo de la realidad, y por otro tenemos un sistema semi industrial, semi tecnológico que hace sus propias investigaciones en lo que considera necesario y luego las aplica. En definitiva, lo que criticamos es un sistema de evaluación basado en puntajes sobre revistas foráneas que a la larga sólo logra disociar la producción de conocimiento de su aplicación.
A este sistema disgregado se suma un elemento más: la introducción del CONICET en las universidades nacionales. Esto tampoco es malo a priori, pero las universidades empiezan a perder de a poco sus perspectivas de desarrollo territoriales y comienzan a reproducir la lógica del saber puro por el saber puro. En definitiva las universidades dejan de cumplir su rol.

 Proyectando

 Como primer paso pensamos en un sistema educativo que genere científicos versátiles, capaces de adaptarse y poder cambiar sus líneas de investigación dentro de sus propias áreas. Personas capaces de sobrevivir a una reestructuración del sistema, abocados al conocimiento y no a su porción del conocimiento. Para ello es necesaria una revisión íntegra de los planes de estudios y una adecuación de las carreras a las necesidades del medio, obviamente ligadas al retorno del rol territorial de las universidades nacionales como mecanismo de respuesta a las demandas sociales.
Por otro lado, es necesario vincular la producción de conocimientos con la producción de bienes y generar espacios regionales en donde las empresas puedan acercar sus requerimientos tecnológicos y obtengan respuestas. Contamos con excelentes institutos de transferencia tecnológica como INTI, INTA, CONAE o CNEA, que deberían ver incrementados sus recursos, para funcionar como el nexo necesario con el sector productivo. Si bien ahora la tarea de algunos de ellos es generar tecnologías a ser aplicadas, es importante generar un canal adecuado de demanda para las empresas; un proceso que aliente a la formación de posgrado de los profesionales que actualmente se desempeñan en ellas, ayudaría a conectar estos sectores, además de aumentar el nivel de conocimientos universitarios derivados al sector industrial. Fortaleciendo sobre todo el contacto con PyMEs
Así, entendemos por planificación el acto en el que un estado soberano decide la dirección que debe tomar el sistema C/T y designa áreas claras de alto impacto en la realidad productiva, social, ambiental y geopolítica. Estas áreas deben ser cuidadosamente revisadas y constantemente actualizadas, en pos de conseguir los mejores desarrollos para el país y la región. En definitiva, el estado debe hacerse responsable, a través de órganos especialmente diseñados, de la investigación básica y de su orientación, en función de los siguientes objetivos:
  • A largo plazo (energías, salud, industria espacial, desarrollos estructurales en general).
  • A mediano plazo erradicar enfermedades características de Argentina, incorporar valor agregado a los productos, control climático y de inundaciones.
  • A corto plazo: mejorar la competitividad y calidad de los productos regionales en el mercado interno e internacional.
Para esto se debe terminar con el autismo que aqueja a los diversos institutos, universidades o centros de investigación y permitir el flujo de conocimientos necesarios para el cumplimiento de las tareas indicadas. Es imperiosa la necesidad de generar canales de comunicación entre los diferentes espacios que hoy componen el sistema científico-tecnológico argentino pero también es necesario un cambio radical en la lógica imperante de la investigación científica: un cambio de paradigma epistemológico que nos permita abordar los temas interdisciplinariamente de una manera más natural, en donde se vincule el conocimiento con las demandas sociales para sacarlo de las torres de marfil en donde lo hemos guardado.
En resumen, lo que proponemos es abandonar la visión de la ciencia como pirámide invertida, en donde la investigación básica es donde se encuentra la mayor parte de los recursos. Como alternativa, proponemos un modelo en el que sin descartar los avances realizados, los desarrollos tecnológicos sean los objetivos y la investigación básica un eslabón más de la cadena, lo que permitirá un incremento cuantitativo y cualitativo del retorno hacia nuestra sociedad. Solo así conseguiremos un país inclusivo, con derechos sociales garantizados y con oportunidades para todos.