En
la sociedad del conocimiento actual la idea de que el desarrollo de la
ciencia y la tecnología son determinantes para la verdadera
independencia económica de un país se ha vuelto hegemónica. Siguiendo
esta corriente de pensamiento es que el gobierno ha hecho del
financiamiento de la ciencia una política de Estado. Es por esto que hoy
la discusión atraviesa un momento histórico particular, hoy no
debatimos si necesitamos o no desarrollar el sistema científico, sino
qué tipo de ciencia y tecnología tenemos que desarrollar.
Cuando buscamos profundizar en el debate
actual sobre las condiciones actuales del sistema científico encontramos
evidentes falencias, desde una desarticulación entre la “cosa
científica” y la “cosa tecnológica”, hasta métodos de evaluación con
objetivos desligados del compromiso con la patria.
Creemos que es importante discutir
prácticas y usos que no aportan a los intereses nacionales, es por ello
que planteamos que estas falencias no son simplemente dadas sino que
forman parte de un tegido de reproducción de intereses y beneficios. Por
un lado aquellos científicos que logran posicionarse en las estructuras
académicas y desde allí se nutren de estudiantes y vastos recursos. Por
otro lado, el pueblo en general que con sus impuestos financia a la
ciencia sin que esto se traduzca en una mejorara de su calidad de vida,
ya sea a través de la producción nacional de bienes tecnológicos o el
acceso al conocimiento. Con estas palabras no queremos desmerecer el
trabajos de nadie sino llamar la atención sobre prácticas que se creen
justas pero que pueden llegar a no serlo. Y sobre todo reivindicar a
aquellos que día a día intentan algo diferente a lo establecido por el status quo reconociendo y valorizando su importancia en la lucha de ideas.
El debate que pretendemos dar es discutir
las condiciones, que durante gran parte de nuestra historia, han
permitido que mantengamos una relación de dependencia tecnológica. A
excepción de ciertas áreas como la agroindustria y la biomedicina o el
desarrollo de la aeronautica, nuestro país depende del saber extranjero.
La dependencia tecnológica se ve
reflejada en dos maneras centrales. La primera si un día las empresas
automotrices, por ejemplo, deciden irse, nuestro país sería incapaz de
producir automóviles ya que sabemos como armarlos, pero no cómo producir
sus componentes. Lo mismo sucede en casi todas las áreas en las que se
encuentren involucradas tecnologías de punta: computadoras, celulares,
baterías, televisores plasma, camiones y un largo y aburrido etcétera.
Por otro lado, la incorporación de procesos tecnológicos a la producción
asegura un incremento del valor agredado de nuestros productos y una
mayor calificación de la mano de obra llevando por un lado a una mejora
de la balanza comercial y por otro a una mejor distribución de los
ingresos generados.
Para salir de esta encrucijada
necesitamos de inversión en tecnologías para la producción.Y
necesariamente estamos hablando de grandes escalas de inversión. Nos
referimos a las sumas de dinero requeridas para transformar el escenario
productivo argentino, eliminar la pobreza estructural y generar una
demanda de mano de obra tal que todos los sectores marginados puedan
incorporarse a la producción de manera que las crisis de los tiempos
venideros no produzcan hambre y concentración de capitales. Estamos
hablando, por ejemplo, de los miles de millones de dolares que se mueven
en el mercado argentino de la soja, o el financiero y que cada año se
fugan al exterior. En definitiva, hablamos de intervención estatal a
gran escala pues es el estado el único actor social con las
características y voluntad para resolver el dilema argentino.
La conclusión obvia de todo lo
mencionado, es que para salir del subdesarrollo, es imprescindible tener
el control tecnológico de lo que se produce en el país. Sin embargo, es
importante evitar que esta obviedad nos conduzca a un error: pretender
poseer y conocer TODAS LAS TECNOLOGÍAS sin tener en cuenta la realidad
del país en que vivimos. Debemos seleccionar cuidadosamente la forma de
crecer en ciencia y tecnología que nos permita llegar a nuestra meta: la
soberanía. Para eso es necesario conocer a fondo la situación
científico/tecnológica argentina. Solo entonces será posible hacer
proyecciones detalladas y exitosas.
Desde aquí y de acuerdo a nuestras
posibilidades, trazaremos algunos lineamientos básicos, conceptuales,
sobre los posibles modelos de desarrollo C-Ts.
Coyuntura actual
Antes de continuar, es necesario aclarar
que si bien reconocemos el valor científico y tecnológico de las
ciencias sociales, nos resulta imposible incluirlas en nuestro discurso
debido a la complejidad y al carácter especial de su aplicación.
Limitaremos nuestra propuesta, entonces, al campo de las ciencias duras.
Al hablar de modelos de crecimiento, es
inevitable pensar en la planificación, que a nuestro juicio, es la forma
más eficaz y eficiente de lograr nuestro objetivo utilizando nuestros
propios recursos. Esto implica a su vez, pensar a la ciencia y la
tecnología como entidades susceptibles de ser intervenidas y
direccionadas.
Dentro de los organismos estatales
dedicados a la ciencia, a nivel nacional, se destacan el nuevo
Ministerio de Ciencia y Tecnología y la Agencia Nacional de promoción
científica y técnica (ANCyP). Estos son claves en el diseño de políticas
que nos permitan llevar a cabo los objetivos planteados y festejamos su
creación y fortalecimiento pero hay una falla en sus políticas, que
impide lograr los impactos deseados. El aumento de recursos en el
sistema científico es un hecho innegable y absolutamente positivo, que
se traduce en aumentos de sueldos, infraestructura, aumento del ingreso a
carrera científica, becas, equipamientos, subsidios, etcétera. Pero la
situación actual del país exige mucho más, si queremos transformarnos en
una sociedad con mayor justicia social. Los aumentos presupuestarios de
las partidas destinadas a los institutos científicos no fueron
acompañados de un cambio de la política. Es necesario pensar proyectos
donde la producción de conocimiento se encuentre íntimamente ligada a su
aplicación. Es por ellos que estas nuevas políticas deben crear
espacios nuevos donde los prejuicios hacia la aplicación tecnológica no
tengan cabida. A su vez, necesario para la promoción tecnológica, es un
cambio radical de los criterios de evaluación. Encontramos que el actual
estado de la producción científica, centrada en la validación de las
investigaciones a través de la confección de papers, no responde a las
necesidades que presenta la realidad argentina. Vemos así a los sistemas
de evaluación actuales como una de los principales motivo del proceso
de disgregación del sistema científico teconológico. Por lo tanto, sólo
más dinero no es la solución a las deficiencias argentinas en materia de
desarrollo.
Ante este panorama, resulta muy tentador
caer en la chicana al grito de: “Patria o Paper”; por muy divertido que
sea, consideramos que es momento de ensayar otras cosas. Por ejemplo,
podríamos preguntarnos cómo es que el conocimiento desarrollado
nacionalmente se relaciona con la producción argentina, en qué la
mejora, la cambia, la transforma. En definitiva, cabe preguntarse si los
caminos elegidos en estos últimos años transforman en alguna medida la
relación existente entre el sistema científico, por un lado, y el
tecnológico, por otro, hasta llegar a ese sistema C-T amalgamado, claro
objetivo nuestro.
Analizando en mayor detalle, la mayoría
de los desarrollos se ubican dentro de las llamadas ciencias básicas.
Según el actual esquema de interpretación del sistema C-T las ciencias
básicas son el pilar del sistema, lo que nutre a todo, el lugar de donde
todo emana y al cual todo vuelve, pero la historia, en nuestro caso, se
termina ahí, sin resultar en una transferencia tecnológica. Son los
institutos de investigación –CONICET, especialmente- los que se dedican a
lo básico, pero son otros espacios los destinados a implementar el
conocimiento y transformarlo en tecnología. Esta división es una
cuestión de organización y no tiene porque ser mala a priori, lo que sí
es malo a priori es la falta de flujos de conocimiento. En resumen, por
un lado tenemos el sistema científico, prácticamente autónomo de la
realidad, y por otro tenemos un sistema semi industrial, semi
tecnológico que hace sus propias investigaciones en lo que considera
necesario y luego las aplica. En definitiva, lo que criticamos es un
sistema de evaluación basado en puntajes sobre revistas foráneas que a
la larga sólo logra disociar la producción de conocimiento de su
aplicación.
A este sistema disgregado se suma un
elemento más: la introducción del CONICET en las universidades
nacionales. Esto tampoco es malo a priori, pero las universidades
empiezan a perder de a poco sus perspectivas de desarrollo territoriales
y comienzan a reproducir la lógica del saber puro por el saber puro. En
definitiva las universidades dejan de cumplir su rol.
Proyectando
Como primer paso pensamos en un sistema
educativo que genere científicos versátiles, capaces de adaptarse y
poder cambiar sus líneas de investigación dentro de sus propias áreas.
Personas capaces de sobrevivir a una reestructuración del sistema,
abocados al conocimiento y no a su porción del conocimiento. Para ello
es necesaria una revisión íntegra de los planes de estudios y una
adecuación de las carreras a las necesidades del medio, obviamente
ligadas al retorno del rol territorial de las universidades nacionales
como mecanismo de respuesta a las demandas sociales.
Por otro lado, es necesario vincular la
producción de conocimientos con la producción de bienes y generar
espacios regionales en donde las empresas puedan acercar sus
requerimientos tecnológicos y obtengan respuestas. Contamos con
excelentes institutos de transferencia tecnológica como INTI, INTA,
CONAE o CNEA, que deberían ver incrementados sus recursos, para
funcionar como el nexo necesario con el sector productivo. Si bien ahora
la tarea de algunos de ellos es generar tecnologías a ser aplicadas, es
importante generar un canal adecuado de demanda para las empresas; un
proceso que aliente a la formación de posgrado de los profesionales que
actualmente se desempeñan en ellas, ayudaría a conectar estos sectores,
además de aumentar el nivel de conocimientos universitarios derivados al
sector industrial. Fortaleciendo sobre todo el contacto con PyMEs
Así, entendemos por planificación el acto
en el que un estado soberano decide la dirección que debe tomar el
sistema C/T y designa áreas claras de alto impacto en la realidad
productiva, social, ambiental y geopolítica. Estas áreas deben ser
cuidadosamente revisadas y constantemente actualizadas, en pos de
conseguir los mejores desarrollos para el país y la región. En
definitiva, el estado debe hacerse responsable, a través de órganos
especialmente diseñados, de la investigación básica y de su orientación,
en función de los siguientes objetivos:
- A largo plazo (energías, salud, industria espacial, desarrollos estructurales en general).
- A mediano plazo erradicar enfermedades características de Argentina, incorporar valor agregado a los productos, control climático y de inundaciones.
- A corto plazo: mejorar la competitividad y calidad de los productos regionales en el mercado interno e internacional.
Para esto se debe terminar con el autismo
que aqueja a los diversos institutos, universidades o centros de
investigación y permitir el flujo de conocimientos necesarios para el
cumplimiento de las tareas indicadas. Es imperiosa la necesidad de
generar canales de comunicación entre los diferentes espacios que hoy
componen el sistema científico-tecnológico argentino pero también es
necesario un cambio radical en la lógica imperante de la investigación
científica: un cambio de paradigma epistemológico que nos permita
abordar los temas interdisciplinariamente de una manera más natural, en
donde se vincule el conocimiento con las demandas sociales para sacarlo
de las torres de marfil en donde lo hemos guardado.
En resumen, lo que proponemos es
abandonar la visión de la ciencia como pirámide invertida, en donde la
investigación básica es donde se encuentra la mayor parte de los
recursos. Como alternativa, proponemos un modelo en el que sin descartar
los avances realizados, los desarrollos tecnológicos sean los objetivos
y la investigación básica un eslabón más de la cadena, lo que permitirá
un incremento cuantitativo y cualitativo del retorno hacia nuestra
sociedad. Solo así conseguiremos un país inclusivo, con derechos
sociales garantizados y con oportunidades para todos.
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