miércoles, 21 de noviembre de 2012

Y la juventud diversa ganó las calles: a propósito de la 6ta Marcha de la Gorra



“…Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan…”

Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria[1]

                                                                                                     Por Alexis Rasftopolo
                                                                                                                            Imágenes: Ignacio Michel

<Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan>. 

Sin embargo, ayer esas desdichas que se experimentan y vivencian de diferentes maneras se trasmutaron en alegrías, una alegría múltiple y con mucha música, con muchos rostros distintos, con sus banderas y consignas coincidentes: el respeto a la vida, a la personalidad humana, a la diversidad, a la diferencia y en contra de la opresión en cualquiera de sus formas. 

Una vez más, el Colectivo de Jóvenes por sus derechos de la ciudad de Córdoba, sintió el inefable acompañamiento de las juventudes políticas de distintos frentes y ganó las calles principalmente para oponerse una vez más al autoritarismo materializado en el Código de Faltas de la provincia por medio del cual la policía persigue, discrimina, desaparece y niega la libertad de los jóvenes. 

Muy en contraposición a una concepción de seguridad que manejan desde las agencias del estado provincial, los jóvenes cordobeses entienden que hay otras seguridades que deben ser satisfechas y que están siendo desatendidas: estamos hablando de la seguridad que da, no solamente a los jóvenes sino a todas las generaciones y familias, saber que se puede contar con la posibilidad de empleo digno, de vivienda digna, de alimentos, de salud, de educación, y, así, de que sus derechos humanos sean respetados por el mismísimo hecho de existir y caminar bajo el sol de los días. 

Con cánticos al unísono, con el ritmo de los tambores, y con la conciencia histórica de estar escribiendo y continuando una crónica polifónica de las reivindicaciones. Ese mismo relato que ayer iniciaron las comunidades indígenas –que aún siguen bregando por sus derechos-, los jóvenes reformistas del 18´, y los trabajadores de ayer y hoy, desde Agustín tosco y los héroes del Cordobazo, junto a los estudiantes, toda esa fuerza histórica, en efecto,  es actualizada nuevamente por este heterogéneo cuerpo juvenil que irrumpió ayer en el espacio público cordobés. 

Y no se ha tratado de una manifestación con talante puramente de reclamo,  sino también de propuestas que van desde la tolerancia, el diálogo,  y el respeto a los jóvenes como sujetos políticos con capacidad de diálogo y decisión; de modo de poder también incidir en las políticas de gobierno de manera de dar lugar a iniciativas inclusivas, justas, coherentes, y no persecutorias de las mayorías sociales.


En lo que sigue, compartimos unos links para descargar y escuchar dos audios con un brevísimo fragmento del acto realizado en el punto de encuentro en Plaza San Martín. Y luego una entrevista con uno de los referentes del Colectivo de Jóvenes por sus Derechos. 

downloadlink;

https://rapidshare.com/files/1956930239/Entrevista 6ta Marcha de la Gorra.WAV;


 https://rapidshare.com/files/3081250891/Entrevista 2 6ta Marcha de la Gorra.WAV;

 

domingo, 18 de noviembre de 2012

Zarpado en preventiva




Por Waldo Cebrero


Joel está enojadísimo. O como él dice: re chivo.

Su madre, Natalia, no ha querido cortarle el pelo como lo usan los chicos del barrio. Joel putea con la cabeza recién rapada. Le ha quedado una coronita de pelo pincho y todo limpio a los costados. Tiene 16 años y un cuerpo largísimo, pero no se atreve a contradecir a su madre, que es clara: “Este quiere andar con cresta y el piercin en el labio… Volaaá, esa onda está zarpada en preventiva. Ni gorra le dejo poner para que no lo pare la CAP”.
No hay caso. En casa de Natalia manda Natalia. Y si ella afirma que la Policía “levanta” a los chicos por su facha, ha de ser porque sabe. Tampoco yo me animo contradecirla. Es la primera vez que visito el lugar y todos hablaban de lo que le pasó al Monito, el más chico de los García. Dicen que salió de su casa a las cinco de la tarde con un huevo de pascua para regalarle a su novia, y zas… a la séptima. Monito tiene 15 años. Su madre tuvo que pedirle permiso a la patrona para salir antes y buscarlo. Dicen que el huevo de pascua quedó confiscado.




El Campa es el nombre que los vecinos eligieron para denominar al campamento instalado en el terreno del Ferrocarril Belgrano, en el corazón de barrio Alta Córdoba. Está ahí desde hace décadas: son unas 25 casitas escuálidas pero dignas levantadas junto a las vías.



Entrar, para el que no conoce, puede ser un desafío: hay que atravesar un portón muy disimulado y caminar luego unos cuarenta metros bordeando un tapial hasta llegar al corazón de la manzana. Dentro, las callecitas son de tierra. Se ven más perros que autos y no hay rejas en las entradas. Se trata de un pequeño pueblo incrustado en la ciudad. En una pared hay dibujado un gran escudo de Instituto.

Para algunos chicos del Campa el desafío no es entrar. El desafío es salir y regresar: a dos cuadras está la Comisaría 7°, unas cuadras más allá, hacia el centro, la 9° y rumbo al oeste, la 13°. Solo en 2010, las comisarías de los Distritos VII y VIII efectuaron 5.264 detenciones por Código de Faltas.  

– Si tenés pinta de muy brasa, no caminas por Alta Córdoba, merodeas. Y si no te llevan a la comisaría te hacen pasar un vergüenzón terrible, te verduguean y te ponen contra el móvil–, dice Joel dándole la razón a su madre.

Pregunto ¿Qué es tener pinta de “brasa”? y responde Yoyo.

– Así, ser negro como una brasa.

– ¿Como un carbón?

–Si, como una braza. Con la gorra parada, las zapatillas resorte, el piercin y la remera de Instituto largaza hasta acá, como de tres talles más.

A Yoyo de vez en cuando le gusta vestir así. Es cuando la Policía le pide documento, le dice que es “una pérdida” y lo amenazan con unos días de calabozo.

Yoyo tiene 11 años. Va a quinto grado y dibuja el 2 como un patito.

 En abril visité el Campa en cuatro oportunidades para hablar con cinco chicos –todos menores de edad– sobre el Código de Faltas. Siempre que volví, hubo novedades.

A Nano le tocó conocer la Comisaria 13 una tarde de futbol cuando Instituto enfrentaba a Gimnasia de Jujuy. Nano es un “zarpado en preventiva”. Menudo, pálido, su cara es un muestrario de aros y en su pelo –cuando no lleva gorra– mezcla cresta, cubana y flequillo como clavos. Dice que siempre lo paran, que lo han llevado más de 10 veces y que el trato que recibe depende del “cobani” porque hay algunos “pulenta” y otros “rigidazos”.

El Código de Faltas indica que los niños no deben ser alojados en los calabozos junto con el resto de los detenidos. Pero aquel día de fútbol, Nano no solo conoció la 13 sino también sus celdas.

–Me alzaron en el móvil como a las seis. ‘¿Y la llamada oficial?’ Le digo. ‘Caiate la boca’ me contestó. Como a las nueve de la noche entró un cobani con una escoba y nos dice ‘iá que estás al pedo porqué no me barré la celda’, el gil quería que barra los filtros de cigarro careta que había en el baño. ‘Tai loco. Volá de acá, yo sé mis derechos’, le dije. Pero el otro que estaba conmigo terminó barriendo.

Unos días más tarde, Cristián lustraba un banco de la Plaza Colón con su novia Mora. Se había puesto las zapatillas blanquísimas a tono con la gorra. Y pasó lo de siempre: llegó un policía, le pidió documento y Cristian vio una buena oportunidad para impresionar a su chica. Terminó en la Comisaría 3°. Mora tuvo que llamar a su padre para lo que retire.
Pichu, de 14 años, portación de facha –y de apellido, porque tuvo un hermano preso– cree tener la posta.

–Si les decís señor, te perdonan. Si le pedís en número placa te clavan merodeo de frente mar. Y si andas con esta pinta sin documento: sos un gil, porque es como dicen en la marcha de la Gorra, La yuta persigue una cultura.

Natalia se esmera por evitar que sus hijos sean presa de la Policía. Tiene tres varones y cada día que pasa se convence de que la gorra, el piercing, el pelo, la ropa que usan los chicos no son precisamente eso que son – gorra, piercing, corte de pelo, ropa–, sino marcas, señas con las que los pibes dicen sin hablar “acá estoy oficial míreme soy peligroso”. Ella se esmera en disimularlas –ya que no puede borrarlas– en su hijo. Sin embargo, la mañana del 11 de abril supo que sus esfuerzos no siempre alcanzan:
–Yo quiero que me digan dónde está mi hijo. ¡Traigan a mi hijo ya!–, gritó en la alcaldía de la séptima al entrar.

Joel había sido detenido cuando iba a buscar a su hermano de siete años a la escuela. Dos policías lo subieron a un móvil donde ya llevaban a otro preso. Eso, en la práctica, es un error de procedimiento. En el acta que Natalia firmó para retirarlo dice que fue detenido por “DP” en una dirección donde no estuvo: la misma donde arrestaron al otro detenido que quizá tampoco estuvo nunca por allí.

–Qué quiere decir DP, ¡decimé ya!–, preguntó ella.

–Códigos policiales, señora–, respondió sobrador un oficial.

Otro policía le dijo después que DP es “disposición a los padres”, un motivo de detención que no se menciona en el Código de Faltas que sólo autoriza intervenir –en su art. 124– en caso de que se trate de “menores en estado de ebriedad”. (*)

–Yo estaba frescazo… Si tomo a la mañana mi mamá me mata–, confirma Yoel.

Natalia me contó su tragedia al día siguiente. Estaba desencajada, indignada. Dice que cuando se fueron de la comisaría vieron llegar a varias vecinas en estado de furia que iban en su apoyo.

–Yo le dije al que me lo llevó: ‘no será que me lo trajiste para ganarte días de licencia…. Para mi DP es Delirio Policial.

(*) “DP” son las dos letras que se utilizan en la jerga policial para especificar que, al tratarse de menores, esos chicos deben ser puestos a disposición de sus padres. En cualquier caso ese paso debe darse de manera inmediata. Si un policía no le informa eso a los padres está cometiendo un nuevo delito como funcionario público.