viernes, 28 de octubre de 2011

Sobre las elecciones, en el año 1 después de ÉL


Por el 2008, cuando la oligarquía ponía el gobierno popular en su momento más difícil, los Montonazos salíamos a bancar, muchas veces, casi con la certeza de sabernos derrotados, pero con la certeza también de estar defendiendo lo conquistado dignamente.

Llegamos incluso a sentir ganas de implorarle, a EL, que se doble, que ceda, para que no se quiebre lo construido. Fueron momentos muy difíciles en una Córdoba que, salvo honrosas excepciones, se convocaba masivamente detrás del reclamo agro-empresario. EL, llegó a entrar caminando a la Plaza de nuestras viejas, esa que se volvía a llenar de cacerolas, para recuperarla, para ponerse al frente, para demostrar que no se iba a ceder, que no le ibamos a dar ese gusto a quienes querían seguir escribiendo una historia de dependencia para nuestro Pueblo.

Fue difícil, y no olvidamos el nudo en la garganta cuando escuchamos el "no positivo" del traidor. O la tristeza del día posterior cuando los voceros del stablishment anunciaban el fin del proceso iniciado el 25 de mayo de 2003.

Cuando se pensaba perdido, cuando ningún analista serio podía imaginar más de dos o tres años de vida para el proyecto que se había enfrentado ya con todas las corporaciones juntas, EL se puso al frente de las listas, volvió al llano, después de haber sido Presidente de la República, a batallar una vez más. Y fue esa movida la que nos demostró que ahí no se había rendido nadie, fue esa actitud de ponerse al frente una vez más la que condicionó a todo el arco político a encolumnarse o rajarse, pero fue esa la movida que permitió que la derecha se quede con las ganas de anunciar, allá en junio de 2009, la "aplastante derrota del kirchnerismo". Perdimos, sí, por un punto en la provincia de Buenos Aires. Fue duro, pero nos demostró que pase lo que pase, había un dirigente, que defendiendo el gobierno de su más íntima compañera, estaba dispuesto a dar batalla hasta el último instante.

Y se vino el 2010, y había que remar desde muy abajo, contra toda la corriente. La oligarquía se relamía. Fue en esos tiempos, desde las elecciones de 2009, que la juventud empezó a sentir masivamente este proyecto como propio. Quienes hasta el momento no se habían organizado se empezaban a juntar, empezaban a discutir, y veían la necesidad imperiosa de la acción, porque los tiempos no permitían la duda, no dejaban margen a grandes análisis, había que actuar rápido si no queríamos que se nos cayera el mejor gobierno que había conocido nuestra generación.



Ese último año fue el más intenso de todos. EL no solo debía coordinar la nueva organización popular, que venía de una derrota, sino también reestructurar el partido más grande que ha tenido la Argentina, ejercer sus funciones en el Congreso de la Nación, y articular la defensa de la Patria Grande que era atacada constantemente por los traidores de siempre. Fue EL quien lideró las fuerzas del continente que frenaron los golpes en Ecuador y Bolivia, fue EL quien coordinó la solidaridad internacional ante el golpe en Honduras. Fue EL quien nos demostró que sin rendirse NUNCA era posible articular una nueva fuerza política que recupere las más sagradas banderas de nuestros próceres.

Y el corazón no le aguantó más. Y explotó porque no hay corazón en este mundo que pueda contener tanta fuerza, que pueda soportar tanto amor a la vida y a la Patria, no hay cuerpo en este mundo que soporte la entrega extrema sin descanso. Y nos dejó. Se fue, nos quedamos con su ejemplo, con su legado, con los pedazos de nuestras vidas que lo tuvieron como partícipe fundamental.

Y fuimos a despedirlo, y cuando lo lloramos le juramos que la íbamos a cuidar a ella, su compañera, que su bandera no había caído, que la íbamos a llevar hasta las últimas consecuencias.

Fue ahí cuando lo vimos, era el Pueblo, era el aluvión zoológico, era el hecho maldito del país burgués. Se llenó la Plaza de esos sin voz que los medios de desinformación habían escondido, se llenó la Plaza de compañeros. Y supimos que no estábamos solos, que los que luchábamos el día anterior no éramos individualidades, sino millones movidos por lo mismo.

Nos dimos a la tarea, a convencer donde sea que estemos, a organizar donde sea que haga falta, a pintar, a marchar, a luchar. Y llegamos, cumpliendo con nuestra promesa, y reventamos las urnas el domingo, y llenamos la plaza de Córdoba el jueves, para recordarlo.

Solo un un vacío se sintió, el de EL, que ya no estaba, y que más que nadie se merecía esto, se merecía estar al lado de ELLA frente a una juventud que sale desde lo más profundo de la Patria para jurarle lealtad al proyecto. Se lo merecía che, la satisfacción del objetivo cumplido.

Hoy el está, en cada perpetua a los genocidas, en cada pibe que recibe la asignación, en cada laburante que recuperó su dignidad, en cada compañero que sabe que no hemos perdido y que vale la pena el más alto sacrificio por la felicidad de nuestro Pueblo.

Por eso, a EL le dedicamos esta victoria, a EL nuestra militancia, y en su memoria volvemos a comprometernos: llevaremos este proyecto hasta las últimas consecuencias, hasta ver a la Patria Grande enteramente libre, completamente feliz.

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